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EDUARDO NOVOA Y LA ACADEMIA DE CIENCIAS SOCIALES DEL INSTITUTO DE CHILE.


En 1987, por fin Eduardo Novoa pudo reingresar al país.
Siendo miembro de número de la Academia de Ciencias Sociales, del Instituto de Chile, expuso su posición mediante carta dirigida al entonces presidente de la citada corporación.
Su texto –que reproducimos a continuación- es ilustrativo.
La desnaturalización de la mencionada entidad se agudizó en los años siguientes.
 
 
Digamos que, durante la detención de Pinochet en Londres, dicha Academia convocó a reunión, en la cual se abordaría un voto de rechazo a tal medida, y a la resolución judicial que la promovió. Si no nos equivocamos, de sus miembros sólo dos se negaron a avalar tan curioso voto, siendo uno de ellos Manuel de Rivacoba. En tal época, ya privadamente, Manuel confesó su decepción personal por la ausencia a dicha sesión de otro miembro, informado de lo que se trataría.


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Santiago, 15 de julio de 1987.

Señor Presidente de la Academia Chilena de Ciencias Sociales
don Carlos Martínez Sotomayor.
Presente.

Señor Presidente:

el gobierno militar ha levantado la prohibición que me impuso hace años para retornar al país; por esta razón me propongo reanudar aquí mis actividades habituales de estudio. Usted me ha hecho saber de modo gentil y cordial que agradezco, sus deseos para que yo me incorpore a las actividades de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, de la que formo parte desde 1968 en el sillón número seis.

   Antes de tomar resolución me he impuesto de las actividades que está desarrollando la Academia y de su actual composición, profundamente alte­rada desde 1973. He sabido, pues, del extraordinario crecimiento de ella, manifestado en la duplicación del número de sus sillones (de 18 a 36). También he conocido las nuevas designaciones que se han hecho en su se­no, muchas de las cuales yo desconocía debido a mi prolongado exilio.

   En un cuerpo científico que se autogenera, como es el caso de la Aca­demia, resulta peligroso un gran aumento de sus miembros, porque se co­rre el riesgo de que las designaciones lleguen a recaer en personas que no llenen las calidades de excelencia necesarias para un desempeño ade­cuado. Con razón la propia Academia ha restringido sus facultades, dis­poniendo que en las vacantes nuevas no se designarán más de cuatro aca­démicos de número al año. Pero, aun con esta precaución, asalta el temor de que tanto cargo pueda no recaer siempre en científicos de alta valía como lo requiere el cumplimiento de los fines de la Academia.

   Esta consideración tan general se precisa y reafirma cuando se exa­mina la integración de la Academia durante los años de mi ausencia. En efecto aparecen en la lista de nuevos miembros académicos, aparte de al­gunos auténticos valores intelectuales, personas que carecen de una pro­ducción científica objetiva o que parecen designados para corresponder obsecuencias con el poder autoritario o cuyo mejor antecedente parece encontrarse en su vinculación estrecha con poderosa empresa mercantil. Lo malo es que todos ellos, en conjunto, pasan a adquirir un poder deter­minante para la composición futura de la Academia.

   Si yo estuviera equivocado en lo antes expuesto, de todos modos sería posible añadir que la composición actual de la Academia ignora, en varios casos, una selección que se atenga exclusivamente a criterios científicos y neutra ante cualquier solicitación de naturaleza política o ideológi­ca. Basta recorrer la lista de académicos de número para advertir que a­bundan nombres de personas adscritas a la línea más extrema del pensa­miento tradicional. Destacan especialmente varios miembros que pertenecen a una agrupación religiosa que elude la publicidad y que se caracteriza por ceñirse a criterios sociales sectarios ampliamente sobrepasados. Se ha privilegiado, así, al pensamiento integrista por sobre un humanismo muy difundido en los círculos más prestigiosos de la intelectualidad chilena. Este hecho no podrá menos de provocar una explicable reacción de parte de otros grupos, como la masonería (la cual también cuenta con cierto número de adherentes dentro de la Academia). Consecuencia de esto se­rá que al expirar el siglo XX se reeditaría en el seno de la que debiera ser la principal corporación científico-social chilena, una pugna inapa­rente aunque real, que estaría buena para los mejores años del siglo XIX. Ciertamente que este ambiente no parece apropiado para lograr una mejor selección de los académicos.

   Si todo lo expuesto no fuera sino una ilusión mía, ajena en absoluto a la realidad, en todo caso debería yo mantener mis críticas a las desig­naciones de académicos de número efectuadas en los últimos trece años, debido a la completa falta de pluralismo que se advierte en ellas. El que entre tanto académico designado no haya algunos que representan o sostengan clara y abiertamente el pensamiento social de izquierda -no obstante el reconocido eco que este tiene entre los científicos sociales chilenos- es una prueba aplastante de que en los acuerdos selectivos no prevalecieron ni amplitud de criterio ni tolerancia con ideas dife­rentes de las propias ni auténtica independencia de juicio.

   Si algo caracteriza el moderno estudio de las ciencias sociales es precisamente que quienes lo cultivan y profundizan son los primeros en criticar el aparente orden establecido y en comprometerse en la búsqueda de nuevas formas de organización social más humanas, más solidarias y más justas. ¿Cómo no va a ser chocante, entonces, que no se hayan tenido en cuenta otros nombres de científicos sociales de avanzada? ¿Es admisi­ble que corrientes ideológicas que disfrutan ya de las ventajas del po­der y de un alto bienestar económico quieran, además, apropiarse de or­ganismos científicos costeados con fondos públicos, que bien orientados podrían facilitar una discusión crítica especializada de alto nivel so­bre la organización social chilena?

   Nada más ajeno a mi ánimo que invocar un desprestigiado "cuoteo" para las designaciones académicas; lo que rechazo es que mientras en Chile so­breviene un vigoroso interés por posiciones político-sociales de muy am­plio espectro y se multiplican el estudio y la profundización de las cien­cias sociales, quienes profesan añejas tendencias exclusivistas se reserven la designación de los cargos en una Academia que debiera ser repre­sentativa de toda la variedad de doctrinas, escuelas y metodologías que pueden ponerse en práctica en el campo de las ciencias sociales. Un afán de esta clase llegaría a convertirse en una verdadera falta ética, en cuanto grupos minoritarios pretendan atribuirse posibilidades que son de to­dos, con claro ánimo de mantener intocado un "status" que los favorece.

   Nadie olvida que la ciencia carece de color político y que debe perma­necer neutral ante las diferentes ideologías, pero esto no contradice lo antes expuesto sino que, al contrario, lo reafirma, desde que me opongo a que los más importantes medios públicos de estudio, progreso y difu­sión de las ciencias sociales queden en la disponibilidad de grupos ideo­lógicos reducidos.

   Admito que en la composición de la Academia Chilena de Ciencias Sociales se encuentran prestigiosos nombres de estudiosos progresistas e, incluso, avanzados, pero su número relativamente reducido no permite que sea modificada ni ahora ni en el futuro esa tendencia de la que disiento.

   En tan difíciles circunstancias estimo que debo asumir la única ac­titud posible: ante lo que ocurre y yo no puedo modificar, tan opues­to a lo que demandan el progreso de las ciencias sociales y las conve­niencias nacionales, no debo participar en las reuniones de la Acade­mia. Sé que la calidad de académico es irrenunciable y por eso no lle­go más allá.

    Pido comprensión para la franqueza de mis palabras; estoy convenci­do de que en el punto al que se ha llegado no puede lograrse una rec­tificación mediante frases de fórmula, declaraciones eufemísticas o concesiones graciosas de una mayoría que tan bien ha exteriorizado sus­ propósitos.

   Señor Presidente:

le agradeceré dar a conocer la presente nota en la próxima reunión de la Academia, disponer que ella se inserte completa en el acta corres­pondiente y comunicarme las decisiones que a su respecto adopte la corporación.
 

   Lo saluda muy atentamente
 

Eduardo Novoa Monreal.